viernes, 8 de febrero de 2013

Windsor o como poner la guinda a tu viaje por Londres

Cuando planeé mi viaje a Londres busqué durante bastantes días información sobre el destino y anoté una a una todas las atracciones y visitas que me podían interesar. Lógicamente, una vez estuviese en la capital inglesa y, aunque dispusiese de tres semanas por delante de viaje, debía de hacer una selección que, sin embargo, sin haber pisado aún las islas británicas, me resultaba difícil. Tenía multitud de opciones delante y, aunque resultaba tentador hacer un pleno al quince visitándolas todas, sabía que por cuestiones de tiempo debería elegir.

Uno de mis problemas era que las mañanas por semana las tenía ocupadas y, por tanto, debía escoger muy bien la visita a esos sitios que requiriesen un día entero, es decir, esos sitios no tan cerca del típico centro de la ciudad o que requieren contemplarlos con detenimiento para apreciarlos. Así, quería ir a Windsor, Hampton Court, Cambridge o Stonehenge entre muchos otros lugares y debía de elegir ya que, además, para ir a todos ellos es necesario pagar el tren, que en Inglaterra no es que sea precisamente barato, y que, por tanto, contribuye a que el dinero empiece a escasear.

Si ya os estáis preguntando a que viene todo este rollo inicial os daré la respuesta: después de leer y leer no fui capaz de hacerme una idea de mis preferencias y, en el caso concreto de Windsor, lo que acabé viendo superó con creces lo que yo me esperaba. Quizás soy fácil de impresionar, pero Windsor me pareció un lugar muy digno de visitar, con muchos detalles bonitos y que, además, te permite alejarte del caos de la gran ciudad. Por tanto, os diría que antes de descartarlo inmediatamente por el tiempo y gasto que supone,  consideréis seriamente visitarlo si es que vuestro viaje no es demasiado corto.

No obstante, supongo que no confiéis demasiado en alguien desconocido, por lo que me pongo manos a la obra y voy a contaros lo que para mi fue Windsor para terminar así de convenceros, si es que no habéis estado allí ya y, espero, estéis deseando llegar al final para darme la razón en los comentarios.

Antes de empezar a contaros las maravillas del castillo la primera parada obligatoria es la de siempre, ¿Cómo llegar desde Londres a Windsor? La respuesta no es muy difícil: en tren, como a prácticamente cualquier lugar de Inglaterra. No obstante, también podéis a hacerlo en bus.  En el caso que os decantéis por la primera opción, algo que os recomendaría ya que no puedes ir al país de la Revolución Industrial y dejar comprobar lo bien que funciona el tren (¡Ojalá en España fuera la mitad de eficiente!), deberéis dirigiros a Waterloo Station (detrás del London Eye) y comprar vuestros billetes, ya sea en ventanilla o, mucho más cómodo, en las modernas máquinas autoservicio. Si estáis pensando en ser previsores y comprarlos antes por Internet os aviso que el precio, al menos en este billete, suele ser el mismo, así que mejor dejar pie a los imprevistos.

A mí el billete de ida y vuelta me costó 13,10 libras. Sin embargo, consultando la web de National Rail, he visto que actualmente vale 9,50, ¿Puedo sentirme algo estafado? Cuestiones de dinero aparte, una vez tengáis los billetes dirigiros a las habituales pantallas para comprobar, si es que ha llegado ya, cuál es la vía de vuestro tren. No obstante, los ingleses son tan perfectos que esto ya lo puedes consultar días antes en la página web.

En el caso que os decantéis por el bus, carezco de experiencia, pero podéis ir con Greenline. Tenéis que coger las líneas 702 o 701 (en el enlace horarios y mapa) ,que parte de Vitoria y también coge pasajeros en Hyde Park Corner, Kensington y Hammersmith. Suele tardar en torno a una hora y 40 minutos, bastante más lento que el tren, y sus tarifas son diversas y, aunque no me he conseguido aclarar mucho, no distan mucho de las del tren.

Retomando ya lo que nos interesa, una vez cogemos el tren en Waterloo y llegamos a Windsor , pondremos pies en tierra en la estación de Windsor Riverside, algo más alejada del castillo que la principal (windsor Central, a la que llegan los trenes que salen de Paddington) pero que nos permite dar un bonito paseo por este pequeño pueblo inglés. Aunque el castillo no quede a simple vista desde la estación, no os preocupéis, el instinto os llevará a él.

Una vez afrontamos una pequeña subida en curva nos encontraremos ya ante lo principal del pueblo: una serie de casas con encanto a la derecha, entre las que se encuentra la estación central con un buen nido de tiendas, y el gran castillo de Windsor, sede de la realeza británica, a la izquierda.

Sin más dilación vamos directos a la entrada del castillo para posteriormente pasar el control de seguridad. Aquí yo conté con la ventaja del London Pass que, en el caso de Windsor, te ahorra las colas. Los que no optéis por la tarjeta os recomiendo ser madrugadores, ya que la cola que se forma es bastante larga. Además, la visita al castillo suele requerir bastante tiempo.

Después de todos los trámites por fin podemos decir que estamos en el castillo, sí, en el mayor castillo habitado del mundo y que respira el glamour de la realeza británica por los cuatro costados, y es que, si no lo sabíais ya, es uno de los lugares de residencia de la todopoderosa Reina Isabel II que, incluso, recibe aquí a diversos dignatarios internacionales. Esto lo podemos comprobar una vez que llegamos por la presencia de la famosa Guardia Real, con al menos dos guardias. Además, aquí tendrás la posibilidad de acercarte a ellos, ya que no existe ningún tipo de barrera entre el público y sus casetas. No obstante, os recomiendo ir con cuidado ya que, mientras realizaba feliz mi visita por el castillo, comprobé como uno de estos guardias intimidaba a golpe de zapatazo en el suelo a todo aquel que quisiese acercarse demasiado para hacer la fotos; una escena, como os imaginaréis, bastante cómica y que me aseguré grabar en video.

En cuanto a lo mejor del castillo, diría que lo mejor es precisamente el castillo, un castillo caracterizado por la clara piel de su piedra y que, además, permanece perfectamente conservado. Quizás los que ya hayáis visto varios de los todopoderosos castillos franceses o de otros lugares no mostréis tanto entusiasmo en Windsor, pero para todos los que, como yo, nunca habían estado en un castillo real, in situ y que, además, está habitado, resulta una visita totalmente recomendable. Dar vueltas y vueltas y observar su fisionomía es uno de sus encantos pero no el único, de tal forma que si el propio fortín no os suscita demasiado entusiasmo, en Windsor encontraréis algunas joyas que os acabarán por convencer, de las cuales la principal protagonista es, sin dudas, la capilla de San Jorge, tan elemental que os diría que si tenéis pensado visitar el castillo en domingo, cuando la capilla está cerrada por celebración de los ritos litúrgico, mejor optéis por visitar otro lugar de Londres.

He leído que constituye uno de los mejores ejemplos de la arquitectura gótica inglesa y seguramente lo sea, y no tanto por su magnificencia como por su encanto. Pequeña, pero a la vez amplia y con un bellísimo coro, la capilla de San jorge me enamoró, tanto que si me pidierais consejo os recomendaría visitarla mil veces antes que la concurridísima Westmister Abbey que, personalmente, no me suscitó demasiadas pasiones. Además, en la capilla entraremos en contacto por primera vez con lo que va a ser uno de los elementos clave de Windsor, la Orden de la Jarretera que, considerada el pináculo del sistema de honores de Gran Bretaña, se alza como la orden de caballería más importante y antigua del Reino Unido. Presidida por la Reina tiene en esta capilla su principal sede, algo que podemos comprobar in situ en el espectacular coro de la capilla, donde cada uno de los miembros de la orden cuenta con un asiento presidido por su bandera y en el que, además, aparecen los escudos de todos los miembros que hasta entonces han ocupado ese puesto.

Todo este tipo de datos y más os serán proporcionados a lo largo de la visita por una audioguía gratuita que os proporcionarán al inicio del recorrido y que, aunque al principio podemos considerar bastante incómoda y un tanto estorbo, al final se acaba convirtiendo en un elemento indispensable para conocer mejor el castillo y sus secretos y es que es una de las mejores audioguías que he escuchado en tiempo.


Siguiendo los consejos de esta última nos dirigiremos hacia otro de los platos fuertes que nos ofrece el castillo: los apartamentos de estado y la casa de muñecas de la Reina Mary, visita para la que tendréis que aguardar una pequeña cola, algo más pequeña si optáis por olvidar la existencia de la casa de muñecas más famosa del mundo, realizada a escala de un niño y con un grado de detalle elevado, resultando curioso como muchos de los muebles que forman parte de ella fueron regalados a la pequeña Reina por algunas de las visitas oficiales que recibía en palacio.

Una vez hemos finalizado esa primera parada nos dirigiremos ya a los que serán los apartamentos de estado, donde en ocasiones la Reina ofrece recepciones oficiales. En el camino también tendremos oportunidad de visitar alguna exposición temporal.
En lo que respecta a los salones de Estado, nos encontraremos aquí con un buen número de amplias salas palaciegas que, con la ayuda de la audioguía, recorreremos admirándonos del lujo y ostentación que desprenden. No resulta ser una visita mucho más significativa que la de cualquier otro palacio de cierta importancia, pero aún así resulta bastante entretenida. De todo el recorrido si hubiese de escoger un lugar me decantaría por el salón de San Jorge, un amplio y bello salón con techo de madera en el que se incrustan un gran número de escudos relacionados con la Orden de la Jarretera de la que ya os he hablado. Sin la ostentación del resto de salas, donde el pan de oro, los grandes cuadros o muebles que quitan el hipo son los protagonistas, este salón encierra un cierto encanto medieval e histórico, sin demasiada suntuosidad, que resulta digno de admirar.
En relación con esa última sala aprovecho para comentaros el gran incendio de 1992 que acabó reduciendo a cenizas algunas partes de estos apartamentos de estado como el salón de San Jorge, llevándose a cabo una rehabilitación que, en la búsqueda de fondos para financiarla, se encuentra en el origen de las visitas veraniegas al palacio de Buckingham, y es que la reina, tan devota de su pueblo como habitualmente, decidió financiar esa reconstrucción a base del clavel que te meten por hacer una visita a su gran palacio en el centro de Londres.

Finalmente, una vez que hemos terminado nuestra visita por los salones de estado podemos dar una última vuelta por el Castillo y sus jardines, algo muy recomendable, especialmente en la parte trasera que, flanqueada por un muro, ofrece unas vistas que evocan, ante todo, tranquilidad. Además, si queréis añadir un suplemento a vuestra entrada, podéis acceder a la torre que corona el castillo durante ciertas épocas del año (Información, fechas y precios). También podéis pagar unas pocas libras por daros un paseo en los pequeños pero muy cuidados jardines que se desarrollan debajo de la gran torre y que se convierten en todo un paraíso dentro de la inmensidad del castillo
Una vez hayamos concluido nuestra visita será hora de abandonar el castillo y visitar el pueblo, que se desarrolla a la vera del Támesis y que nos ofrece también otras atracciones como el Eton College o Frogmore House, aunque en este último caso deberéis estar de suerte ya que, para visitas individuales, solo abre dos días al año.

Información Precios y horarios actualizados de visita al castillo de Windsor
Información Cambio de guardia en Windsor y fechas actualizadas
Información Exposiciones temporales en el Castillo de Windsor

____________________________________________________________________________________
David García

No hay comentarios:

Publicar un comentario